A lo largo de nuestra vida muchas veces seguro que hemos escuchado que «la primera impresión es la que cuenta». Y generalmente en base a esas impresiones decidimos nuestros actos o estética. Pero en términos de marketing podríamos añadir una posdata: «Y si tu impresión falla…refresca tu marca y crea un mejor packaging»
Y es que cuando hablamos de producto como variable esencial del marketing mix, es necesario hacer mención a las características físicas, pero también a las psicológicas. Las primeras aunque son más básicas y evidentes, son material de inspiración para los atributos que lograremos transmitir al cliente y que si éste, es afín, ayudará a consolidar una opinión global de nuestra marca en el mercado.
Es difícil datar el nacimiento del packaging, sobretodo si tomamos en cuenta que éste se refiere no sólo al envase de un producto, si no que también incorpora la imagen de la marca y su expresión gráfica. Podríamos atribuir a la misma naturaleza la invención de los primeros envases como las cáscaras de la fruta o el recubrimiento de otros alimentos; al hombre de la prehistoria el desarrollo de nuevos envoltorios o contenedores a partir de materias naturales, pero con la evolución de la humanidad y la aparición del comercio las necesidades de imagen y distribución de un producto se hicieron evidentes.
Las investigaciones sugieren que la idea de packaging, visto como un envase dotado de una imagen de marca, surge en el norte de Inglaterra, cuando en 1885, William Lever consigue diferenciar su producto el jabón «Sunlight» del resto de artículos de la misma gama, invirtiendo en un envase que destacara el nombre del producto e incitara el reconocimiento del mismo. Años más tarde, fruto del incremento de ventas y ganancias de William Lever y de la fusión con los holandeses Jurgens y Van den Bergh líderes en la producción de margarina, se da paso a la creación del Grupo empresarial Unilever, quienes hoy en día lideran con algunos de sus productos la gama de la alimentación, el cuidado personal o la limpieza.
Hoy en día, como en muchos otros ámbitos del marketing, la innovación es imprescindible, porque aunque algunos productos han conseguido posicionamiento y fidelizar a sus clientes a través de la tradición y del beneficio inmediato que ofrece su uso, la competencia y el crecimiento del mercado pone en peligro la cuota de mercado de las marcas.
Como consumidores, damos importancia a las dimensiones básicas del producto, pero son los atributos psicológicos asociados (además del precio) al producto, los que ganan en la batalla de decisión de compra, por ello una expresión gráfica de la marca más llamativa, un slogan con más gancho o un packaging original, funcional y diferente pueden implicar el triunfo de una marca.
Hay marcas que han sabido catapultar el elemento diferenciador de su producto a través de un acertado packaging como es el caso de FESTINA cuando lanzó «Profundo Dive Watch» un reloj diseñado para buceadores y que claramente es resistente al agua, sobre todo si al comprarlo ya viene sumergido en una bolsa.
Otras optan por ofrecer en valor añadido en la experiencia de consumo, para los chicos de COLE & WEBER, comprar un vino no supone llevarte a casa solo una botella, sino comprar un momento, ese en el que disfrutas de tu copa de vino mientras te relajas frente al fuego, porque el packaging es un trozo de madera de pino que contiene una botella de vino y una caja de cerillas con las que podrás quemar el packaging mientras disfrutas de tu bebida.
Y hay marcas que consiguen aunar el beneficio con la experiencia, consiguiendo así la originalidad del producto y despertar la curiosidad del cliente. La marca de té BOH ideó un original packaging para su «calm tea» (te relajante) en donde el contenido de las bolsitas se transformaba cuando entraban en contacto con el agua caliente, pasando de símbolos que denotaban estrés a su versión más relajada.
[smartads]
Queridos, no olvidemos que somos nuestro principal producto, ya lo decía Maquiavelo: «Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos», por eso es importante cuidar la imagen, pero cuando de nosotros se trata ya no sólo es el packaging, hay que invertir también en el núcleo, porque aunque sean pocos quienes lleguen a conocernos de verdad, nosotros siempre sabremos de que estamos hechos. Además en la vida cotidiana, el producto es lo que permanece, el envase sólo lo tenemos «prestado».