La crisis del coronavirus ha obligado a muchas empresas a utilizar el teletrabajo como instrumento de resiliencia para adaptarse a la situación de esta emergencia sanitaria y económica que provocó el fulminante confinamiento domiciliario y la bajada de las persianas en muchos negocios. El teletrabajo ha sido una estrategia de supervivencia en las empresas para ofrecer unos servicios eficaces y óptimos a sus clientes, a la vez que una ventana abierta a los fraudes y amenazas para los equipos portátiles, la mayoría personales, de aquellos que teletrabajan.
Según la Escuela de Negocios IMF Business School, España ha sido el cuarto país del mundo en el que más se incrementaron los ciberataques durante el confinamiento de la COVID-19.
La red, al ofrecer anonimato, es un refugio donde los más osados y sofisticados ciberdelincuentes ven una oportunidad de sacar rédito económico a unos usuarios desprotegidos, ajenos al mundo de la ciberdelincuencia. Ni las empresas públicas ni las empresas privadas se han librado de esta actividad delictiva; es más, la Administración Pública, la sanidad y los servicios financieros han sido los sectores más atacados.
Los ciberdelincuentes han aprovechado la situación de vulnerabilidad de muchos equipos personales para infectarlos, obtener información robar o manipular sus datos. Esta problemática, lejos de terminar, no ha hecho más que aflorar, debido a que muchas empresas seguirán utilizando el teletrabajo durante «nueva normalidad» sin implementar medidas de ciberseguridad alguna.
Las empresas han de protegerse, invertir y desarrollar no solo en transformación digital sino en materia de seguridad y gestión de riesgos.
A tenor de lo anterior, Antonio García Rouco, director de GDS Modellica nos explica cómo los bancos pierden miles de millones cada año por culpa de los defraudadores que usan información personal robada para crear nuevas cuentas y cometer un acto de fraude. A pesar de la gran cantidad de garantías vigentes, los bancos están más expuestos al fraude que nunca, debido en parte al creciente número de canales que utilizan los clientes para acceder a las instituciones financieras, como la banca electrónica y las aplicaciones móviles.
En la lucha contra el fraude, las instituciones financieras necesitan tener herramientas mejores correctamente integradas en toda la empresa para tener éxito contra los estafadores.
A las entidades financieras les resulta una tarea ardua, ingrata y complicada solucionar el proceso de admisión a la hora de abrir una cuenta de crédito bancaria con información fraudulenta o falsificada.