La polémica se suscitó tras los recientes Premios Goya, cuando se supo que la Academia de Cine había impedido el acceso por la puerta principal a los guionistas nominados -a no ser que lo fueran también como directores de sus películas.
Sin embargo, no era la primera vez que ocurría una actitud despectiva hacia la figura de estos creadores. El guionista y director Borja Cobeaga, que hace unos años pisó la alfombra roja en la 79 edición de los Oscars gracias a su cortometrajeÉramos pocos, fue uno de los que este año tuvo que entrar por la «puerta de servicio» en la gala española pese a estar nominado por El Negociador.
Un año antes, ni siquiera fue invitado a la gala, a pesar de ser el coautor, junto con Diego San José, del guion de la película más taquillera y con más espectadores de la historia del cine español, Ocho apellidos vascos. La obra cinematográfica obtuvo 5 nominaciones y recogió 3 estatuillas en distintas categorías, pero sus creadores se tuvieron que contentar con ver la ceremonia desde el sofá de su casa.
Esta reiterada falta de reconocimiento de la Academia de Cine hacia sus guionistas, originó la reacción de un gran número de profesionales de la escritura cinematográfica en las redes sociales, así como las del sindicato de guionistas ALMA, o las del portal de guion Abcguionistas, que aglutina a más de 100.000 miembros repartidos en una treintena de países, entre los que además de guionistas también se incluyen directores y productores de cine y televisión.
Ángela Armero, presidenta del Sindicato de Guionistas, denunció la falta de visibilidad que se le concede en general al guionista, a pesar de ser la figura que posibilita que el cine sea el cine. En ese sentido, subrayó que espera que la Academia de Cine rectifique, si bien resaltó la buena relación que mantiene la entidad con el sindicato.
Más contundente fue el director de abcguionistas.com, Valentín Fernández-Tubau, en el artículo editorial El origen de la minimización del guionista y la rebeldía consecuente, que fue difundido a más de 60.000 guionistas de habla hispana y a 40.000 profesionales de otros ámbitos, a través su boletín quincenal. En él, insta a la Academia de Cine a hacer una seria reflexión al respecto, si no por el bien del guionista al menos por el bien propio. «¿Qué Academia de Cine puede proyectarse hacia parte alguna, si sigue empecinada en ningunear al guionista? (…) dejándonos de cuentos y solfas, ¿qué habría que celebrar si no hubiera quienes escribiesen las partituras que permiten a las películas ser lo que son?», cuestiona.
Fernández-Tubau, que durante ocho años formó parte de la junta directiva del sindicato de guionistas cuando lo presidía el guionista y director Agustín Diáz-Yanes, y que formó parte del comité negociador de la Plataforma del Cine Español en representación de las distintas asociaciones de guionistas, ha hecho notar que el desbloqueo crucial del sector cinematográfico español en 2004 fue gracias a la unión de más de 25 asociaciones profesionales de cine y a la dedicada labor de un comite de negociación con los partidos políticos y el gobierno, del que los guionistas fueron piedra angular.
«No es admisible que se cuente con los guionistas cuando hacen falta, y cuando no, se les ignore por completo (…) El menosprecio público al guionista y a su trabajo, a pesar de que de él y su obra depende la prosperidad de los directores, productores, actores y todos los miles de puestos de trabajos de la industria audiovisual, es ilógico», asegura.
De hecho, ha sido un guionista y director, Luis María Ferrández, autor de La pantalla herida, quien en este nuevo momento crítico ha puesto en pie las Nuevas Conversaciones del Cine Español, organizadas por laFundación SGAE, con la colaboración de Acción Cultural Española (AC/E), el Ayuntamiento de Salamanca, la Universidad Camilo José Cela y Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión (AISGE), que tendrán lugar enSalamanca del 3 al 5 de marzo, para reflexionar seriamente sobre el camino del cine español.
Durante las mismas, los guionistas y la Academia de Cine volverán a encontrarse frente a frente. Sin embargo, Fernández-Tubau no señala a la Academia como la causa de ese trato desfavorecedor hacia el guionista. Por el contrario, en el análisis que efectúa en su escrito, detecta el origen en la temprana «teoría del autor» que germinó a través de la revista francesa Cahiers du Cinéma y firmas como André Bazin, François Truffaut, Claude Chabrol, Jacques Rivette o Jean-Luc Godard. Teoría que la revista Movie extendió por el Reino Unido y el crítico Andrew Sarris por Estados Unidos.
Movidos por un propósito común, el de lograr para el cine el posicionamiento de cualquier arte clásica y para el director, el de «autor» de la obra de arte, para alcanzarlo era esencial que las películas dejaran de valorarse únicamente por su historia o por el guion. Recuerda Fernández-Tubau que se trazó, entonces, una política en la que se establecía la puesta en escena como el valor principal de la obra cinematográfica, en detrimento del guion sobre la que esta se erigía.
Han pasado 65 años y la «teoría del autor» ha perdido fuelle, pero no así la minimización del guionista en el sector cinematográfico de los países de habla hispana, donde además de episodios como los citados, todavía se ofrecen cantidades nimias a estos creadores a pesar de que su obra genere millones de beneficio, y se le priva incluso de unos céntimos de compensación por el uso de su obra en Internet, causa primera de la última huelga de guionistas en Estados Unidos.
[smartads]
La industria televisiva es la que está poniendo al guionista por delante y la que ha hecho evidente que cuando la minimización del guionista se desvanece y en su lugar se le da poder de decisión, la obra funciona mejor. El nuevo esplendor de la ficción televisiva en el siglo XXI ha ofrecido muestra suficiente de los resultados que se consiguen cuando el guionista recobra su verdadera posición como autor y alma de la obra.
Fernández-Tubau propone aprender mucho de cómo lo hicieron Bazin, Doniol-Valcroze, Lo Duca, Rohmer, Truffaut, Chabrol, Rivette, Godard, y todos los que fraguaron ese cambio de perspectiva en favor del director, y hacerlo ahora en favor del guionista. Para ello, se cuenta con el arte y la capacidad de escribir. «Es hora de ponerse en acción para hacer valer lo que es de justicia: el valor público que debe recobrar el guion, el lugar que por mérito propio deben ocupar los guionistas», concluye.