Muchas veces aún me pregunto cómo llegué a la filología inglesa si mi objetivo principal era estudiar periodismo. La respuesta se halla en el verano de mi renovación académica – tenía solo 16 años.
Por Mónica Junca, autora de «The Book Lover – Todo Sobre Libros y Más»
Salir de un colegio de monjas con 14 años y entrar en un instituto público no fue tarea fácil para mí. Acostumbrada a un sistema de aprendizaje de escuela privada concertada durante tanto años, al llegar a la enseñanza pública me di totalmente de bruces. El primer trimestre en primero de BUP (sí, yo hice BUP…) lo acabé con ocho suspensos. Incluso el psicólogo del instituto me llamó a su consulta para saber qué es lo que me estaba ocurriendo. La verdad es que la experiencia de esa sesión fue tan traumática, que nunca jamás he querido enfrentarme a ningún otro psicólogo.
Por suerte, ese curso lo acabé con solo una asignatura suspendida (matemáticas, por supuesto), y de allí ya pasé a segundo. Las ciencias, una vez más, se volvían a interponer en mi camino. Cuatro asignaturas suspendidas a final de curso (entre ellas, inglés) y lo que me tocaba era estudiar durante el verano, pero no yo sola, en una academia especializada.
Allí aprendí inglés de verdad, de la mano del mejor profesor que he tenido (Jose, se llamaba). Y mientras aprendía inglés, también repasaba física y química, y mates. Pero llegué a los exámenes de septiembre y lo único que aprobé fue el inglés. Me quedaban tres: mates de primero, mates de segundo y física y química. Tocaba repetir curso.
Lo repetí y todo fue mucho mejor. Lo aprobé todo y pasé a tercero de BUP – nunca más iba a codearme con las ciencias. Lo mío eran las letras: el catalán, el castellano, el inglés, el francés, el latín, el griego. Estaba hecha para la redacción, para las humanidades, y el inglés ahora sí me iba de maravilla. Empecé a dar mis primeros pinitos en la enseñanza dando clases a uno de mis compañeros de COU.
Llegó la selectividad, saqué una media de 6,4 pero no me servía para entrar en periodismo (7,2) – así que me lancé a la filología inglesa con la intención de pasarme a periodismo en el segundo ciclo. No fue así. Me topé con la lengua inglesa y ahí me quedé, mientras me enseñaban y estudiaba toda la literatura de los grandes clásicos ingleses y americanos, y me peleaba por aprender a decir algo que sonara bien en alemán.
Y te vuelves tan friki que ocurren estas cosas…
Y ahora que he empezado a dar a mi licenciatura un uso profesional a través de la redacción de textos y la traducción, me ocurren cosas como las que figuran en la foto de aquí al lado: ser tan friki del inglés que tu propio marido te regale un anillo personalizado en el que se incluye una de las mayores frases universales de la literatura inglesa – «It is a truth universally acknowledged…»
Esta frase pertenece al libro Orgullo y Prejuicio (Pride and Prejudice), de la célebre (mi célebre) Jane Austen.
[smartads]
Empecé a leer sus libros, prestados de la biblioteca, cuando iba al instituto; y supongo que mi elección por la filología inglesa tuvo que ver en parte (aunque fuera inconscientemente) con ella. He leído todas sus novelas – tanto en las versiones inglesas como las españolas; y he visto la mayoría de adaptaciones que se han llevado a la gran pantalla (ya sea cine o televisión). Además de leer ensayos sobre sus novelas y su biografía, Jane Austen, una vida de Claire Tomalin, publicado por la editorial Circe en español.
Hoy por hoy puedo afirmar que me conozco al dedillo cada una de ellas y no sabría muy bien a quien considerar mi preferida; aunque tendría mucho por discutir si me quedo con Sentido y Sensibilidad u Orgullo y Prejuicio.
¿Y vosotros? ¿Alguna predilección?