Otras de las habilidades destacadas de todo buen directivo que se precie son el liderazgo, la flexibilidad y la capacidad de síntesis. «Un líder tiene que ser capaz de, en primer lugar, tener claros los objetivos de negocio de la empresa. A priori, puede parecer algo lógico, pero no es lo es tanto, cuando en el día a día de la compañía, se va perdiendo el rumbo fijado y el directivo tiende a irse por caminos no establecidos como principales», afirma Miguel J. Roldán, Coach y Presidente de TISOC.
Por otro lado, la planificación, tanto del trabajo como del tiempo es primordial a la hora de liderar equipos. «Una de las principales faltas de muchos directivos es la incapacidad para gestionar su tiempo de un modo correcto y eficaz. La saturación de tareas y de responsabilidades, hacen que el directivo no sepa priorizar y esto es clave para llevar una gestión adecuada».
Asimismo, tal y como se destaca desde TISOC, una habilidad primordial en la gestión de una empresa es la persuasión. «El líder tiene que tener la capacidad de persuadir, tanto a sus equipos, como a sus proveedores y clientes», añade Roldán. Creatividad, capacidad de análisis y comunicación se añadirían a los rasgos reveladores del directivo ideal.